Este texto no pretende ser un ensayo, sino sólo expresar en forma clara y precisa la motivación que nos llevó a hablar de las Emociones. Al comenzar este proyecto tuvimos dudas, miedos, y certezas, que nos llevaron a tomar decisiones. O asumes el riesgo o te paralizas por el miedo. Y fue mucho más fuerte el deseo de concretar un sueño, que todas las emociones negativas que nos invadían.
Nos mimetizamos con el entorno, el aquí y ahora… Todos estamos en un mundo atípico y atemporal. Aprendiendo a transmitir emociones. Y de eso se trata, de “administrar emociones” en tiempos donde la presencia física del otro, nos estuvo prohibida por un agente externo, un agente patógeno y quién sabe, hasta cuando seguirá como vedette en nuestras vidas.
Es fundamental aprender a gestionar el miedo, los distintos tipos, el de una ruptura sentimental (miedo a estar solos, a que nadie más nos quiera), a dar una opinión (miedo a decir obviedades), a decir no a una petición (miedo al rechazo), a buscar nuevas oportunidades (miedo a no ser suficiente interesante o valiosa). El miedo cumple también una función vital, forma parte de nuestra supervivencia. Es una de las emociones vitales.
Las emociones son reacciones: alegría, tristeza, miedo, ira… Una emoción es un estado afectivo que experimentamos, una reacción subjetiva al ambiente, que viene acompañada de cambios orgánicos (fisiológicos y endocrinos) de origen innato, influidos por la experiencia.
Les comparto las siete emociones básicas universales son la sorpresa, la tristeza, el desprecio, el miedo, la ira, la alegría y el asco, y cada una tiene sus propias unidades de acción características que facilitan su reconocimiento.
Fue precisamente un amante de los animales, el naturalista inglés Charles Darwin, autor de la teoría de la evolución, el primer científico en apuntar el origen genético de las expresiones faciales emocionales, recogido en su libro “La expresión de las emociones en los animales y el hombre” (1872). Como puedes imaginar, la obra no fue precisamente un éxito editorial en la conservadora sociedad británica del XIX, escandalizada ante el parentesco entre monos y humanos propuesto por su compatriota.
Tuvo que transcurrir casi un siglo para que los indicios apuntados por Darwin se transformaran en evidencias, gracias a las investigaciones del psicólogo estadounidense Paul Ekman, considerado uno de los mejores expertos del mundo en el análisis del comportamiento no verbal y la detección del engaño -quizás te suene por la serie de televisión “Lie to me”, inspirada en sus colaboraciones con distintas agencias de seguridad gubernamentales-.
En 1969, Ekman demostró que Darwin estaba en lo cierto, y en 1978 presentó junto a su compañero Wallace Friesen el FACS (Facial Action Coding System), un sistema de codificación que recoge todos movimientos expresivos del rostro en unidades de acción (AU), una especie de “atlas de la cara”, según palabras del propio Ekman, y que hoy reconoce y utiliza toda la comunidad científica internacional.
Como vemos el 70% de las emociones tienen connotación negativa, es positiva sólo la alegría y es neutra la risa. Todas ellas se expresan en el rostro, de ahí que debemos administrar nuestras emociones y el modo de transmitirlas. Especialmente en tiempos de escaso o nada de contacto físico donde todo contacto se realiza a través de la pantalla.
En el Aquí y el Ahora debemos desaprender modelos impuestos, y aprender a reconocer, sentir y expresar correctamente las emociones básicas. Esto resulta determinante en los tiempos que transitamos para lograr una comunicación plena, empática y asertiva.
Lic. Roxana E Vergara
Darwin, C. (1998). La expresión de las emociones en los animales y en el hombre. Alianza Editorial. Ekman, P. (2003). El rostro de las emociones. RBA Libros.